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La Tentación Mt 4,1-11 (CUA1-17)

¿Cómo es que os ha dicho Dios que no comáis de ningún árbol del jardín? Bien sabe Dios que cuando comáis de él se os abrirán los ojos y seréis como Dios en el conocimiento del bien y del mal” (Gén 3,1.5). Los primeros capítulos del Génesis crean muchos problemas de fe a las gentes. Bastaría fijarse en su estilo parabólico. Y ver que solo en las fábulas hablan los animales.
El discurso de la serpiente es engañoso. En él se encierran dos grande cuestiones que inquietan a los hombres de hoy. En primer lugar se presenta a Dios como aquel que prohíbe la realización humana. Y en segundo lugar, se suscita en la persona el deseo de decidir por su cuenta la esencia del bien y del mal.
Está en juego la imagen misma de Dios. Y, en consecuencia, se plantea la cuestión de la identidad y de los poderes del hombre. Así que la tentación no es una frivolidad.
En la carta a los Romanos, san Pablo presenta a Jesucristo como el nuevo Adán (Rom 5,12-19). Si el primero refleja nuestro coqueteo con el mal, que nos lleva a creernos dioses, el segundo nos revela la grandeza del bien, que consiste en aceptar a Dios como Señor.

LAS TENTACIONES DE ISRAEL
En el evangelio de este primer domingo de cuaresma se lee todos los años el relato de las tentaciones de Jesús en el desierto.  El texto tomado del evangelio de Mateo evoca las tentaciones del pueblo de Israel. De ellas recibimos orientación para afrontar nuestras propias tentaciones.
• Pretender que las piedras se conviertan en panes evoca el hambre que el pueblo peregrino padeció en el desierto y el don del maná y las codornices (cf. Ex 16). Pero Jesús sabe que el hombre no vive solo de pan.
• Proponer a Jesús que se arroje desde el alero del templo, recuerda que el pueblo sediento tentó a Dios, al pensar que Dios estaba contra él (cf. Ex 17, 1-7). Pero Jesús advierte que nunca se debe tentar a Dios.
• Ofrecer a Jesús los tesoros de todos los reinos del mundo, nos muestra de nuevo el espectáculo del pueblo que decidió adorar a un becerro de oro (cf. Ex 32).  Pero Jesús proclama que solo a Dios se debe adorar.

LA PALABRA Y SUS VALORES
En el relato de las tentaciones de Jesús se contraponen constantemente la humanidad y la debilidad de Jesús, que siente hambre; y la imagen y la majestad de Dios, a quien es preciso escuchar. Por eso se repite hasta tres veces la solemne apelación a la palabra divina.
•  “Está escrito”. Así responde Jesús. No basta el pan de cada día, por necesario que sea. Hace falta alimentarse de la Palabra de Dios.
•  “Está escrito”. Dios es nuestro Padre, compasivo y misericordioso. Pero tienta a Dios quien se expone al peligro y lo convierte a él en un fácil salvavidas

•  “Está escrito”. Los tesoros y la magnificencia de todos los reinos nos fascinan. Pero a nada y a nadie debemos la adoración que solo Dios merece.

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