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El rey de la vida Jn 18,33b-37 (TOB34-15)

“Le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa; su reino no tendrá fin”.  Estas palabras del libro de Daniel siguen a la visión de un personaje entrevisto “como un hijo de hombre”, que llega sobre las nubes del cielo  (Dan 7, 13-14).
La explicación que sigue a continuación nos indica que  la visión se refiere a todo el pueblo de Dios en su conjunto: “Los santos del Altísimo recibirán el reino y lo poseerán para siempre por los siglos de los siglos” (Dan 7,18).
Sin embargo, ese reinado del pueblo de Dios no se deberá a sus propias fuerzas. Los elegidos serán pisoteados y aplastados por los poderes de la tierra, hasta que el “Anciano” haga justicia a los santos del Altísimo y puedan tomar posesión del reino (Dan 7,22).
 
UN REINO SIN VIOLENCIA

En el evangelio que  se proclama en esta fiesta asistimos al diálogo entre Pilato y Jesús (Jn 18 33-37). El representante del Imperio Romano ha debido de oír algunos comentarios sobre la entrada de Jesús en Jerusalén. Muchos habían identificado su llegada con la de los reyes que regresaban victoriosos de una batalla.
• De ahí la primera pregunta: “¿Eres tú el rey de los judíos?” La respuesta de Jesús evoca el sistema de información del Procurador romano. Pero nos parece también dirigida a cada uno de nosotros: “¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?” Tendremos que preguntarnos si nos hemos preocupado de acceder personalmente a la fe en el Señor.
• Hay una segunda pregunta de Pilato, que se interesa por los motivos que pueden haber llevado a los jefes a entregarle a Jesús como un reo: “¿Qué has hecho?” La respuesta de Jesús ha sido mil veces comentada: “Mi reino no es de este mundo”. El reino de Jesús no es un peligro para el Imperio. No se basa sobre la violencia. No es impuesto ni defendido por legiones armadas. Y nunca habría debido imponerse de esa forma.

UN REINO DE LA VERDAD

 Pero hay todavía una tercera pregunta de Pilato: “Con que ¿tú eres rey?”. La respuesta de Jesús nos revela su identidad: “Tú lo dices: soy rey. Yo para eso he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”. La verdad y la voz se convierte en viva interpelación a lo largo de los siglos.
• “Testigo de la verdad”. Así se manifiesta en este momento supremo el que se había identificado como “el camino, la verdad y la vida”.  Revelar la verdad de Dios y la verdad del hombre habría de hacer de él un testigo, es decir un “mártir”.
•   “Escucha mi voz”. El pueblo de Israel había sido exhortado muchas veces a escuchar la voz de Dios. Pero Jesús es la palabra última y definitiva de Dios. Los que escuchan su voz forman ese nuevo reino de la vida y de la justicia, del amor y de la paz.     

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