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El Espíritu da vida Jn 6,60-69 (TOB21-15)

“Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros!” Es conmovedor este grito de los dirigentes de Israel. Según el libro de los Jueces, Josué reunió a las tribus de Israel y les planteó el dilema mas importante de su historia: la elección de un Dios, y en consecuencia el tipo de cultura que pretendían adoptar (Jos 24, 1-18).
Servir a los dioses a los que habían adorado sus padres en Ur de Caldea o adorar a los dioses de los cananeos que habían encontrado en la tierra prometida.  Esa era la cuestión. Había que situarse entre la memoria de un pasado remoto y la difícil convivencia que ya se presentía para el futuro. 
Pero Josué era el único que había vivido en Egipto, había sido fiel a Moisés, y con Caleb había explorado la tierra prometida y ofrecido esperanzas a su pueblo. Él había pasado el Mar Rojo y había atravesado el Jordán. Era un testigo de la alianza y de la fidelidad de Dios. Y por eso dio su testimonio: “ Yo y mi casa serviremos al Señor”.  
Esa firmeza del jefe y la memoria de la liberacion obrada por Dios son los grandes motivos que  llevan al pueblo a formular su propia confesión de fe: “¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros! El Señor es nuestro Dios… También nosotros serviremos al Señor”.

EL PAN Y LA ENTREGA

También en el evangelio que hoy se proclama, se evoca una tensión y una seria interpelación (Jn 6, 60-69). En el discurso de Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm, que sigue a la distribución de los panes y de los peces, Jesús  ha escandalizado a “muchos” de sus discípulos. No pueden aceptar la idea  de “comer la carne” del Hijo del hombre y “beber su sangre”, para tener vida verdadera.
• El texto incluye una enseñanza de Jesús sobre el fundamento último de la fe: “El espíritu es quien da vida, la carne no sirve de nada”. Pero las palabras de Jesús son espíritu y vida. Quien se aleja de Jesús es que no ha acogido de verdad esas palabras de vida. Esa era, es y será siempre la tentación de los discípulos de Jesús.
• Nos impresiona la nota que añade el evangelista: “Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar”. La frase que sigue tiene una clara conexión con lo anterior: “Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede”. Creer en Jesús e ir a Él se identifican. Las dos decisiones son imposibles para el hombre si no cuenta con la gracia del Padre.
• Quien no cree y no va a Jesús termina alejándose de él. No olvidemos que no son los jefes de los judíos quienes lo abandona. Son sus propios discípulos quienes se echan atrás y no vuelven a ir con el Maestro, aunque Él los ha alimentado con el pan y les ha explicado el sentido y el alcance de su entrega.

LA ALEGRÍA Y LA VIDA

Ante la deserción de “muchos discípulos”, Jesús pregunta directamente a los doce apóstoles que Él ha elegido personalmente: “¿También vosotros queréis marcharos?” Esa interpelación tiene una dramática actualidad también en nuestros tiempos. Una vez más, la respuesta de Pedro representa a toda la Iglesia.
• “Señor, ¿a quién vamos a acudir?” Muchos cristianos piensan que por el hecho de creer están haciendo un gran favor a Dios. No se dan cuenta de que en nada ni en nadie podrán hallar refugio y ayuda si no es en el Señor.
• “Tú tienes palabras de vida eterna”. Para el cristiano las palabras de Jesús son fuente de vida. Como ha escrito el Papa Francico, “la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús”.
• “Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios”. Los cristianos hemos de estar dispuestos a repetir esta confesión de fe en Jesucristo. Ese es nuestro testimonio. La fe sólo se conserva cuando se anuncia y se comparte.

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