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Una familia en búsqueda (por JR Flecha)

“El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros”. Estas máximas de humana sabiduría no han perdido actualidad a pesar del paso de los siglos. Esta lectura del libro del Eclesiástico no es aplicable solamente a una sociedad patriarcal (Eclo 3). El respeto al padre y a la madre tiene una validez universal.

En nuestro tiempo cada generación se cree autosuficiente. Pero ese desmembrarse de los eslabones de la cadena no favorece a nadie. Parece que se gana en libertad, pero se pierde en cercanía e intimidad, en cariño y ternura, en colaboración y solidaridad. La familia no puede convertirse en un haz de intereses.

Esas normas judías no sólo reflejan una concepción social o un código de educación y buenos modales. El texto se refiere una y otra vez a Dios. “Al que honra a su madre, el Señor lo escucha”. No se puede olvidar este cruce de lo horizontal y lo vertical. El amor en las relaciones familiares es una especie de culto. Amar a la familia es un acto de oración.
EL ENCUENTRO

También Jesús ha crecido en el seno de una familia. Con mucha frecuencia imaginamos el hogar de Nazaret como un remanso de paz y de armonía. Pero el texto evangélico que se proclama en esta fiesta de la Sagrada Familia resulta sorprendente. Son muchas las lecciones que en él se contienen.

• Para empezar, el evangelio nos sugiere que también aquella familia hubo de afrontar disgustos y malentendidos. La Encarnación del Hijo de Dios no le ahorró el difícil camino de las relaciones humanas. José y María se asemejan a muchos padres y madres que han de buscar con angustia a sus hijos.

• En un segundo momento, vemos a Jesús dar los pasos hacia la madurez humana. Pero observamos que su madurez es integral. No se puede crecer en edad, sin avanzar en el cultivo del espíritu. La sabiduría y la gracia no se oponían en él. Y no pueden oponerse en la evolución de los hijos de este tiempo actual.

• El relato de la pérdida de Jesús en el templo tiene mucha relación con los relatos de su pasión y muerte. En ambos casos, Jesús permanece “perdido” durante tres días. En ambos casos es encontrado de nuevo mientras explica las Escrituras: primero a su familia y después a los discípulos de Emaús. Y así ha de ser encontrado siempre.
LAS PREGUNTAS
En el momento del encuentro de Jesús en el templo se produce un cruce de preguntas entre María y Jesús. En torno a ellas puede centrarse nuestra oración:

• “Hijo, ¿por qué nos has tratado así?” María se plantea un serio interrogante. No acierta a comprender a su Hijo. Esta es la pregunta que muchos creyentes han dirigido siempre a Dios. Orar es, entre otras cosas, tratar de adivinar los planes del Señor.

• “¿Por qué me buscabais?” A la pregunta de María, Jesús responde con esta primera pregunta. La búsqueda es una actitud típica de los creyentes. Pero el que busca a Dios ha de plantearse con frecuencia las razones últimas de su búsqueda

• “¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?” La segunda pregunta de Jesús se dirige a todos los que creen conocerlo. Jesús confiesa que la Ley de Dios es su casa y que la Casa de Dios es su ley. Estar ahí y estar así es su vocación y su misión.

1 comentario:

Unknown dijo...

La paz del Señor este en su hogar, Feliz y caluroso año 2013, este año en oración decidimos con mi esposo ser familia Homeschooling y estamos buscado ayuda de como iniciar el proces, en lo que nos puedan ayudar muchas gracias y bendicionesFamilia Moreno Martinez
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Pablitomorenomartinez@yahoo.com