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Mandato principal (30TOA por J-R Flecha)

No oprimas al forastero, porque tú también has sido forastero en otro tiempo. No explotes al huérfano y a la viuda, porque yo escucharé su lamento. Cuando prestes dinero, no seas un usurero. Cuando tomes como prenda el manto de tu prójimo, devuélveselo antes de la noche para que pueda cubrirse con él.

Son tan sólo cuatro ejemplos de los mandatos que se incluían en la Ley hebrea (Ex 22, 20-26). Todos ellos tienen en cuenta la dignidad de la persona. Y sus derechos fundamentales, como se diría hoy. Todos ellos tratan de promover el respeto a los demás. Cada uno ha de ponerse en el lugar del otro.

Estos mandamientos son más que mandamientos. Son el reflejo de una valiosa consideración de la persona. Antes que un forastero o un deudor, el otro es una persona que necesita ayuda. Sin compasión, la ley se vuelve dura. La compasión suaviza las relaciones humanas.
EL VALOR Y LA VERDAD
Andando los tiempos, el pueblo de Israel había visto aumentar los mandatos y las prohibiciones, como ocurre también hoy en nuestra sociedad. El riesgo de una cultura de la prohibición es que lleva a olvidar la jerarquía de los valores humanos. Se da importancia a lo más nimio y se pisotea la dignidad misma de la persona. En esa situación es comprensible la pregunta del fariseo:“Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?”(Mt 22. 34-40).

• Sólo el descubrimiento del Absoluto puede hacer que todo lo demás se convierta en relativo. Jesús sabe y proclama que el primer mandamiento responde al valor más importante: el valor de la religión. Así responde al fariseo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser”. Es la entrega de la vida en su totalidad.

• Pero Jesús sabe también que todos los sacrificios rituales pierden todo su sentido cuando la persona más religiosa olvida la misericordia. Miente quien dice amar a Dios y no ama a su prójimo. Y se engaña quien pretende amar al prójimo sin amarse con sencillez y verdad a sí mismo: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

La fe cristiana establece una conexión inseparable entre esas dos vertientes del amor. El secreto está en creer que Dios es padre de todos. Ama al hombre, sin distinciones. Su amor nos hace hermanos. Y ese amor que vine de él ha de ser distribuido a todos con generosidad. Sabiendo que nadie puede amar a los otros si no es con el amor que recibe de Dios.
LA LEY Y LOS PROFETAS
“Estos dos mandamientos sostienen la ley entera y los profetas”. Con esa conclusión cierra Jesús sus citas tomadas de dos libros de la antigua Ley. El doble amor a Dios y a los demás es uno sólo. Ese valor es una vocación.

• Sostener la Ley significa reconocer que para la fe cristiana, el mandamiento es percibido como un Evangelio, es decir, como una buena noticia. La Ley del Señor no oprime a la persona ni anula su libertad. La Ley del Señor es fuente de luz y de vida. Una Ley que se resume en el amor es un manantial de felicidad.

• Sostener a los profetas es hacer actual su mensaje. El profeta anuncia con valentía unos valores y denuncia los antivalores que deshumanizan al hombre y a la sociedad. Ahora bien, el amor es el resumen de todos los valores. Todos los mandamientos son aplicaciones concretas de la vocación al amor.

En una sociedad que multiplica las leyes y, al mismo tiempo, enseña trucos para esquivarlas, el amor nos puede ayudar a descubrir el sentido de las leyes justas y a luchar por la abolición de las leyes injustas.

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