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Domingo 20 TO_A (por J-R Flecha)

El evangelio que hoy se proclama coloca a Jesús en el país de Tiro y Sidón, es decir en la antigua tierra de Fenicia (Mt 15, 21-28). Es un ambiente pagano. De allí procedía la reina Jezabel, que trató de implantar en Israel, el culto a Baal. Y allí envió Dios al profeta Elías para encontrarse con una mujer pobre y creyente.
El texto del evangelio nos recuerda la figura de Elías. También Jesús es un profeta y más que profeta. En él, el poder de Dios se extiende mas allá de las fronteras de su pueblo. Si él ha sido enviado a las ovejas descarriadas de Israel, sus discípulos tendrán que abrirse un día a un horizonte universal.
El encuentro de Jesús con la mujer cananea parece escandalizar a algunos cristianos por la aparente crudeza del Maestro. Sin embargo, este texto no tiene desperdicio. Es un evangelio dentro del evangelio. Una especie de parábola en acción. Y un texto programático para la comunidad cristiana de todos los tiempos.

LAS MIGAJAS Y LOS PERROS

Esta mujer pagana no tiene un nombre. Sólo tiene un dolor. Y una necesidad. Su hija está enferma. Según el lenguaje de su tiempo. “tiene un demonio muy malo”. Como el niño que se encuentra Jesús al bajar del monte de la transfiguración (Mt 17, 14-21). En ambas situaciones el sufrimiento humano suscita la oración e interpela a la fe.
En el caso del “endemoniado” epiléptico” el que ora es un padre, al parecer judío. Ahora es una madre cananea que descubre la presencia del Maestro y le pide que cure a su hija enferma. En este relato sobresalen las tres frases con la que esta anónima mujer pagana se dirige a Jesús.
• “Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David”. Es sorprendente que una mujer pagana reconozca a Jesús como Hijo de David, titulo eminentemente judío que también invoca el ciego de Jericó (Mc 10,47).
• “Señor, socórreme”. Hay pocas oraciones tan breves como ésta, en la que una madre se identifica con su hija. En ella se cruzan dos direcciones. La súplica revela a la vez su amor maternal hacia la hija y su confianza hacia el Señor.
• “Tienes razón, Señor, pero también los perros comen las migajas que caen de la mesa de los amos”. De forma intencionada, Jesús había aludido al desprecio que los judíos profesaban a los paganos, pero esta mujer anticipa el alcance universal de la salvación.

LOS DESEOS Y LA FE

Todo el relato nos recuerda el diálogo de Abraham con su Dios (Gén 18, 22-33) y los típicos regateos del oriente. Quien desea conseguir algo importante es incansable en su insistencia. Ante los ruegos de la cananea, Jesús revela su propia compasión y el núcleo de su mensaje:“Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas”.
• La fe no es sólo la aceptación de una verdad abstracta. Es, sobre todo, la confianza en el poder y la bondad de Dios. En este caso, la fe se identifica con el reconocimiento de Jesús como el enviado por Dios.
• Los deseos humanos definen a la persona. En nosotros forman un ovillo casi siempre enmarañado. En el fondo de nuestro corazón hay deseos de verdad, de bondad y de belleza. Pero hay también turbios deseos que necesitan la purificación que aporta la fe.
• El cumplimiento de nuestros deseos, aunque nos traiga satisfacción, no siempre equivale a la felicidad. Felices nosotros si el Señor acoge nuestros buenos deseos y, en su bondad, les da cumplimiento.
- Señor Jesús, tú conoces nuestras verdaderas necesidades y la sinceridad de nuestra fe. Ten piedad de nosotros. Y danos un corazón atento y sensible a las necesidades de los demás. Amén.

1 comentario:

Gabriela dijo...

hola me gustaría saber si tienen material de San Agustín para trabajar con niños de 9-12 años...gracias!