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En el huerto de los olivos... (Para pensar)

Comparto con vosotros un artículo que alumbró mi amigo Francisco, sacerdote de la diocesís de León, para la revista de la Semana Santa de Ciudad Rodrigo (Salamanca). Espero que las imágenes que he escogido ayuden a su reflexión. Ponte cómodo y siente sus palabras en esa noche oscura, en la Última noche del Señor:

" Es medianoche en el huerto de los olivos.

La furtiva silueta de un hombre atormentado deambula entre los arremolinados árboles buscando respuestas en la lobreguez nocturna. Es Jesús, el nazareno, el predicador ambulante que tantos odios ha acumulado entre los poderosos y que selló su destino acudiendo a celebrar la Pascua a Jerusalén, enjambre de los que desean ver su cadáver colgado de un madero.

Esta noche no es como las demás, la cena pascual con sus discípulos ha tenido tintes de despedida, el pan parecía más amargo que nunca, el vino, avinagrado por una pena profunda, muy profunda. Y lo ojos de Judas, uno de los suyos, de sus amigos, cargados de vergüenza y culpabilidad… Sí, Desde luego que esta noche es distinta. Los malos presagios empapan el ambiente como rocío fúnebre entre las hojas de los ajenos arbustos.

Jesús aspira lentamente. El aire porta aromas de sangre y violencia. Y sus amigos más cercanos, los que él especialmente más necesitaba a esta hora a su lado, no han sido capaces de resistir despiertos siquiera una hora. Contemplando las figuras que dormitan apaciblemente, el nazareno sonríe. Al fin y al cabo él comenzó sólo esta aventura años atrás, en el desierto, y debe ser el sólo el que afronte las consecuencias de su compromiso por el Reino.

Es medianoche en el huerto de los olivos y la temblorosa figura de un hombre angustiado por el destino se introduce en lo más apartado del huerto. Poco a poco ha ido descubriendo en su vida lo que Dios (su Padre) iba pidiéndole, y con determinación él ha intentado responder a esa llamada, a esa vocación, pese a las limitaciones de su ser humano. Han sido varios años pero… ¡qué escaso ha resultado el tiempo con todo lo que queda aún por hacer! Jesús intuye lo que está por venir, quizás esa misma noche. Sabe que es consecuencia de sus actos, de su hablar de un Dios que está a favor de los pobres, los humildes y sencillos; un Dios que se ha encarnado como un mísero ser humano; un Dios con las manos encallecidas del trabajo carpintero que es capaz de llorar con los desheredados de la tierra y reír con sus amigos en la celebración de una boda; un Dios que se acerca a todos aquellos a los que las dignas personas religiosas jamás osarían dirigir la palabra; un Dios, en suma, arrancado de las frías paredes de los suntuosos templos y llevado a la vida misma del ser humano, a su centro, a su corazón.

Nadie quedó impasible ante tales palabras. Nadie, porque los signos de curación y alegría que acompañaban a este mensaje hacían creer a los que nunca habían tenido esperanza que realmente Dios se interesaba por ellos, más aún, que se había convertido en uno de los suyos y compartía sus tristezas y esperanzas, sus fracasos y sus retos, que la salvación era aquí y ahora, que todos estaban invitados a ella. Nadie, porque los poderosos (desde los sacerdotes del templo hasta el administrador romano Pilatos pasando Herodes, rey-vasallo de Roma) no podían permitir que un Dios así se manifestase en medio del pueblo. Dios tenía que estar donde tenía que estar: Encerradito en su templo, con un candado de siete llaves puesto sobre él. Y esas llaves en manos de los “sabios y entendidos”, con la misión de administrar la salvación al populacho con cuentagotas, haciéndoles entender bien clarito quien tiene el poder

Es medianoche en el huerto de los olivos y Jesús sabe que hoy sus enemigos van descargar sobre él todo el odio y rencor. El golpe es inminente, no hay escapatoria. Sabe que cada frase, cada milagro, cada enfrentamiento con las autoridades religiosas que durante esos años protagonizó constituían un escalón más que le acercaba a este momento y, sin embargo, es ahora, al final, con la angustia rebosando en el corazón cuando el hombre se derrumba. Arrodillado en el suelo clama al Padre por su vida. Un solo grito se pierde en la sorda tiniebla. No hay respuesta. Unos instantes después, la figura se incorpora y, todavía cabizbaja, musita para sí: “Tu voluntad, Padre. Tu voluntad.” Jesús eleva su mirada y, tras secarse las lágrimas que inundaban sus ojos, observa como una hilera de lucecitas serpentea zigzagueante saliendo de uno de los caminos de acceso a la ciudad de Jerusalén. Son antorchas que parten de casa de Anás, las portan los guardias del templo, alguien los está guiando.

Los pasos del Nazareno ya no vacilan, mientras camina pausado hacia el lugar donde todavía sus amigos duermen. Piensa para sí: “¿Cómo me recordarán en futuras generaciones, los que conozcan mi historia y deseen seguirme? ¿Me encerrarán en un templo como los judíos han hecho con su Dios o podré compartir mi vida con ellos como yo deseo? ¿Podré pasear por sus calles y sus plazas y podremos recordar juntos que Dios ha sido capaz de darlo todo por ellos sólo por amor? ¡Quién sabe! Eso queda en manos de la libertad del hombre.”


Es medianoche en el huerto de los olivos. Y Un Dios hecho hombre avanza hacia su destino; el que él mismo se ha labrado: Darlo todo, hasta la vida, por los que ama. Las luces se acercan, el sonido de metales que las acompañan revela que son hombres armados los que están a punto de hacer su aparición. Jesús sabe que a partir de ahora los hechos se van a precipitar y que la historia de la salvación se va a escribir con trazos de amor y sangre. De nuevo se vuelve hacia sus discípulos. Van a huir, seguro. El miedo va a doblegar su fidelidad y le van a abandonar. No les culpa; todavía no entienden bien la misión a la que han sido llamados… Ya habrá tiempo. Todo el tiempo.

Los soldados llegan y Judas con ellos. Los peores augurios se cumplen. La traición de un amigo es un sufrimiento más a añadir a los que esperan al Hijo de Dios. Jesús despierta a sus discípulos y les dice: “Ahora ya podéis dormir y descansar. Basta ya. Llegó la hora. Mirad que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores.”.

Es medianoche en el huerto de los olivos. La Pasión de Cristo ha comenzado. "

Francisco José Pérez Rodríguez
(cura y cofrade)

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